sábado, 3 de enero de 2009

El Misterio de Cristo vivido y reflexionado por las primeras comunidades cristianas.

1. Motivación del Tema.
2. Iluminación del Tema.
3. Algunos textos particularmente significativos.
4. Para nosotros, aquí y ahora.
5. La Palabra de Dios nos pide algún compromiso.
6. Nota Bibliográfica.
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1.- Motivación del Tema

1.1. El movimiento religioso suscitado por Jesús es, en su esencia más profunda y nuclear, un movimiento comunitario. Jesús fue llamando personalmente uno por uno a los que Él quiso para que estuvieran con Él, para que vivieran con Él, para formar comunidad con Él y para enviarlos a predicar a todos los hombres la Buena Noticia del Evangelio. (cf.Mc 3,13-19). No fue el de Jesús, un movimiento religioso ‘individualista’ en el que cada uno se las entendía directa y exclusivamente con Dios, ni un movimiento espiritualista para buscar la propia perfección. Fue un movimiento en que cada uno se sentía personalmente llamado a seguir a Cristo pero en comunidad. La componente comunitaria tenía una importancia realmente decisiva en el seguimiento de Cristo.

1.2. De hecho, el día de Pentecostés, apenas hace Pedro el anuncio de la Resurrección de Cristo a los judíos venidos de la diáspora, los que aceptaron el mensaje y se bautizaron, sintieron la necesidad de "formar comunidades": "los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común" (Hch 2,41-47; 4,4.32-35; 8,4-8). Es así como nacieron las comunidades cristianas primitivas.

1.3. Siempre a partir de Pentecostés, se observa que, desde el principio, Cristo pasó a ser, de "portador y predicador" del mensaje de salvación, a "centro y objeto" de la predicación del mismo mensaje. A quien anuncian los Apóstoles y los primeros misioneros cristianos es siempre y sólo a Cristo, "a quien Dios resucitó mediante su Espíritu" (Hch 2,32-33). Más aún, la condición salvadora de Jesús es tan fundamental y esencial en su Persona, que "no hay bajo el cielo ni sobre la tierra otro nombre en que los hombres podamos ser salvos, sino en el nombre de Jesús Nazareno" (Hch 4,12).

1.4. Esta salvación con todo, es, sustancialmente, una "experiencia". No es una sabiduría intelectual, ni un saber teórico propiamente tal, ni siquiera una "doctrina sublime". Es ante todo y sobre todo, una experiencia. Los relatos de la Resurrección de Cristo ponen de relieve con toda claridad esta naturaleza "experiencial" de la vida cristiana. Ya lo había dicho Cristo con anterioridad: "donde hay dos o más reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18,20). Los distintos relatos del Resucitado, avalan y ponen de manifiesto esa peculiaridad de la vida cristiana: valga por todos el episodio de Tomás el incrédulo: en él se pone de manifiesto claramente que, fuera de la Comunidad, no encontró a Jesucristo; estando en cambio en la Comunidad se encontró con Él: Jn 20,24-29.

1.5. Poco a poco, sin embargo, los bautizados fueron sintiendo la necesidad de poner por escrito las claves fundamentales de esa experiencia: por una parte, para darse a sí mismos razón de la propia esperanza y podérsela a todos aquellos que se la pidieran (cf.1Ped 4,15); y, por otra, para poder transmitir a las futuras generaciones de creyentes en Cristo lo nuclear del mensaje de salvación: lo que se llamó el "kerigma", a saber, que "Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que resucitó al tercer día por nuestros pecados" (1Cor 15,3-4). Desde este núcleo central, se fueron reflexionando y poniendo por escrito los distintos aspectos del misterio cristiano.

1.6. El mensaje salvador de Cristo aparece, desde sus mismos orígenes, dirigido a todos los hombres sin excepción: judíos y griegos, hombres y mujeres, sabios e ignorantes, ricos y pobres. Desde siempre se ha vivido y ofrecido como un mensaje universal. No va dirigido a una élite intelectual o privilegiada por cualquier motivo: Cristo murió y resucitó por todos! La única condición requerida es sentir la necesidad de esa salvación y tener el corazón abierto a la misma. Jesús salva: este es el mensaje, la Buena Noticia que desde el principio han proclamado las comunidades seguidoras de Jesús.

1.7. Este mensaje es único. Pero estando destinado a todos los hombres hasta el fin de los tiempos, tiene que irse encarnando en cada pueblo, en cada cultura, en cada momento histórico, para que llegue a ser realmente un mensaje universal. Este proceso de verdadera encarnación, llamado "inculturación", hace que no solo se enriquezcan los hombres y los pueblos que lo aceptan, sino que el mismo mensaje revele y ponga de manifiesto todas las virtualidades salvadoras que lleva dentro de sí.
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2.- Iluminación del Tema

2.1. Escritos del Nuevo Testamento que no son los evangelios.

2.1.1. A pesar de que el cristianismo no aparece en la historia con la pretensión de ser una "religión del libro" sino de la "experiencia transmitida" –de ahí la importancia decisiva que desde un principio ha tenido la Tradición en la Iglesia-, fue inevitable que surgieran –además de los cuatro evangelios- una serie de escritos que transmitieran con la mayor fidelidad posible el mensaje de Cristo a las diversas comunidades cristianas posteriores e incluso a todos aquellos hombres y lugares a los que no podían llegar materialmente ni los apóstoles ni los ministros por ellos designados.

2.1.2. Esta situación tuvo como resultado la producción de numerosos escritos. Sólo 27 de ellos fueron aceptados por la Iglesia como formando parte del "canon de libros inspirados" del Nuevo Testamento. Estos "libros canónicos" son aquellos escritos que garantizan de forma objetiva la fidelidad de la primera generación cristiana al Mensaje salvador que entregó Jesús a sus seguidores.

2.1.3. Estos escritos son, además de los cuatro evangelios, el Libro de los Hechos de los apóstoles, 14 Cartas de San Pablo o del entorno paulino, una Carta de Santiago apóstol, dos Cartas de San Pedro, tres Cartas de San Juan, una Carta de San Judas, y el Libro del Apocalipsis de San Juan.

2.2. Preferencia por los escritos de San Pablo.

2.2.1. De todos estos escritos, nosotros nos vamos a fijar fundamentalmente en los de San Pablo –y no en todos, por falta de tiempo y de espacio-. Estudiaremos también el Libro del Apocalipsis.
2.2.2. La importancia del apóstol Pablo en la reflexión sobre la esencia del cristianismo es de tal importancia, que no ha faltado quien afirme –con evidente exageración- que Pablo fue el "inventor" del cristianismo.

2.2.3. Es indudable la profunda y determinante originalidad de Pablo en el acercamiento y vivencia del misterio cristiano. En la seria duda existente en los primeros años del cristianismo acerca de si el acceso a la salvación de Cristo se hacía de forma directa e inmediata, única y exclusivamente por la Fe en el mismo Señor, muerto y resucitado, o si, por el contrario, era necesario pasar a través de la observancia de la Ley mosaica (‘judaizar’), Pablo –desde su experiencia personal- defendió siempre el primer camino: la fe en Cristo, Salvador de todos los hombres –judíos y paganos- y de todo el hombre –cuerpo, alma y espíritu- es más que suficiente para acceder a esa salvación; no hay que "judaizar". Dicha salvación, además, está destinada –y por ello se ofrece- a todos los hombres por igual, y no solo al pueblo judío. De aquí, la indudable actualidad y vigencia de la visión de Pablo sobre el cristianismo.

2.2.4. Por otra parte, el apasionamiento de Pablo por la persona de Cristo y la profunda audacia con la que vivió su vocación cristiana es para el bautizado de hoy un paradigma a tener siempre delante. La coherencia de Pablo en todos los momentos de su existencia, alegres o tristes, de comprensión o de incomprensión, de éxitos o de fracasos apostólicos, es para nosotros, creyentes cristianos del Tercer milenio de la Iglesia un formidable ejemplo a seguir.

2.2.5. La vivencia comunitaria del cristianismo desde una experiencia personal, la superación constante de cualquier tentación de individualismo, la conciencia de que cada bautizado es miembro vivo de un todo que es el Cuerpo de Cristo –puesta de relieve brillantemente por Pablo en sus escritos-, se presenta de una acuciante actualidad en nuestro momento histórico en el que el hombre tiende como a desentenderse, en todos los planos –también en el religioso-, del resto de los demás hombres.

2.3. Características de las comunidades fundadas por Pablo:

2.3.1. Son comunidades que, estando enclavadas en el Imperio romano, tienen, de forma natural, una perspectiva y conciencia de universalidad. Estando, por otra parte, inmersas en una cultura fundamentalmente griega, les resultan connaturales los términos, las categorías mentales, las formas de pensamiento de esa cultura. En líneas generales, son, además, comunidades establecidas en núcleos urbanos amplios propios de grandes ciudades: Roma, Corinto, Galacia, Éfeso, Colosas, Tesalónica. A pesar de ello, son siempre comunidades ‘domésticas’: es decir, los primeros cristianos no buscaban para sus reuniones -sobre todo eucarísticas-, lugares ‘religiosos’, sino que se reunían ‘en las casas’ de los mismos cristianos. De ahí el nombre de "iglesias domésticas".

2.3.2. Tanto desde el punto de vista religioso como desde el punto de vista sociológico, las comunidades cristianas primitivas son plurales: cristianos procedentes tanto del judaísmo como del paganismo; ricos y pobres, cultos e ignorantes, santos y pecadores. Tienen "una concepción religiosa de la vida que aceptó las desigualdades existentes de hecho en las relaciones interpersonales, pero al mismo tiempo las penetró de amor cristiano y las hizo humana y religiosamente fecundas" (La Casa de la Biblia, La Biblia, Madrid 1992, p.1696).

2.3.3. En estas comunidades coexisten la santidad y el pecado, el entusiasmo y la ramplonería, el heroísmo y la mediocridad. En cualquier caso, son comunidades que se esfuerzan en ser fieles al movimiento religioso iniciado por Jesús, muerto y resucitado, confesado por esas comunidades como único y definitivo Salvador de todos los hombres y de todo el hombre.

2.4. Cartas paulinas y cartas del círculo de Pablo.

2.4.1. Las Cartas de San Pablo adoptan la configuración de las cartas de su tiempo: introducción, cuerpo doctrinal y conclusión. No son cartas privadas –excepto la dirigida a Filemón-, sino dirigidas a una comunidad cristiana en cuanto tal o, incluso en forma de circular, a un grupo de comunidades cristianas. Por eso estaban destinadas a leerse cuando la comunidad cristiana estuviera reunida, especialmente durante la celebración de la Eucaristía. Estas Cartas, por otra parte, fueron escritas "para animar y exhortar a las comunidades; para fijar puntos de vista discutidos y esenciales del Evangelio que ha recibido Pablo y que sus adversarios no le reconocen; para combatir ciertas posturas de algunos grupos que han interpretado a su manera la predicación del apóstol" (La Biblia para jóvenes, Barcelona 1990, p.1487).

2.4.2. Las Cartas de San Pablo admiten y hasta exigen una doble clasificación. En efecto, consta históricamente que no todas las Cartas que conocemos bajo el nombre del apóstol Pablo fueron escritas o dictadas material y directamente por él: algunas fueron escritas después que el apóstol había ya muerto, por algunos cristianos pertenecientes al círculo de Pablo e identificados particularmente con su doctrina.

2.4.3. Por eso, desde el punto de vista de la autoría del apóstol Pablo, las Cartas pueden reunirse en dos grupos:
- el primero, tiene como responsable directo e inmediato a Pablo, habiendo sido escritas antes del año 60 de nuestra era. Estas Cartas son: 1ª a los Tesalonicenses, Gálatas, Romanos, 1ª y 2ª a los Corintios, Filipenses y una al discípulo Filemón.
- el segundo grupo lo forman algunas Cartas escritas por discípulos y seguidores directos del apóstol después de la muerte de éste, que tuvo lugar el año 62 de nuestra era. Estas Cartas son: Colosenses y Efesios, 1ª y 2ª a Timoteo, Tito, 2ª a los Tesalonicenses y Hebreos.

2.5. Homogeneidad de algunas Cartas entre sí.

2.5.1. Partiendo del punto de vista del argumento que tratan, existen significativas coincidencias entre algunas de esas Cartas: vgr. Gálatas y Romanos, por una parte, Colosenses y Efesios por otra, y 1ª y 2ª a Timoteo por otra.

2.5.2. Teniendo presente la comunidad a la que van dirigidas, existen igualmente puntos convergentes: vgr. 1ª y 2ª Corintios, 1ª y 2ª Tesalonicenses.

2.6. Claves teológicas de los escritos de San Pablo:
Para interpretar debidamente la enseñanza doctrinal del apóstol Pablo, tanto en el campo teológico como en el moral, es importante tener siempre presentes algunas claves:

2.6.1. En esos escritos se constata, ante todo, un cierto pluralismo teológico a causa de haber nacido de la necesidad de hacer frente a situaciones y problemas diversos en las distintas comunidades fundadas por el apóstol: una es la situación de Tesalónica y otra la de Corinto o Roma, por ejemplo. Pablo da respuestas adecuadas a cada situación.

2.6.2. De aquí que no se encuentre en las Cartas de Pablo una teología que pudiéramos llamar ‘ordenada’, ‘sistemática’: esas Cartas se escriben en momentos distintos; en ellas se abordan situaciones y problemas diversos unos de otros, y por eso mismo se usan incluso géneros literarios diferentes: unos más teológicos, otros más pastorales.

2.6.3. Por lo general, se trata de reflexiones teológicas hechas sobre la marcha: por eso estamos ante un pensamiento teológico dinámico, que se elabora a medida que va haciendo falta. Es un pensamiento en construcción y no un pensamiento "hecho", "terminado" y "perfilado" hasta en sus últimos detalles. La reflexión de la Iglesia posterior deberá partir de él, con la posibilidad de ir sacando de él –bajo el influjo del Espíritu Santo- todas las virtualidades en él contenidas.
2.6.4. En todo este proceso doctrinal tiene una importancia considerable el grado de iniciación cristiana en que se encuentren los destinatarios de las Cartas: si son cristianos procedentes del judaísmo, si proceden del helenismo, del paganismo, etc.

2.6.5. Es importante destacar que Pablo no se presenta nunca como el ‘iniciador’ de la reflexión teológica: él llega al cristianismo cuando en las comunidades cristianas había ya comenzado esa reflexión. Existe una ‘tradición’ anterior a Pablo, que él asume, hace suya y ‘re-crea’ desde su propia experiencia cristiana personal. Pablo no es el ‘iniciador’ y menos aún el ‘fundador’ del cristianismo en sí. En todo caso, podría afirmarse –entendiendo bien la afirmación- que es el creador del ‘cristianismo urbano’ por cuanto él ha implantado y hecho florecer el cristianismo en ciudades grandes: Antioquía, Corinto, Éfeso, Filipos.

2.6.6. Dada su buena formación en el Antiguo Testamento, Pablo alude frecuentemente en sus escritos a la Alianza Antigua: unas veces, de forma explícita; otras, de forma implícita. Pero es constante en interpretar lo dicho y acontecido en el Antiguo Testamento como ‘sombra o figura’ de la auténtica novedad que es Cristo. Cristo es, para Pablo, el verdadero y definitivo ‘tipo’, modelo, ejemplar, de lo que se vivía y anunciaba en la Antigua Alianza. Cristo es la cumbre última y definitiva hacia la que tendía el largo camino recorrido por el antiguo Pueblo de Dios. Es desde Cristo desde donde hay que interpretar el Antiguo Testamento y no al revés!
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3.- Algunos Textos particularmente significativos

• Hch 4,41-47: la vida de las primeras comunidades cristianas.
• Filipenses 4,4-9: ¿qué transmite Pablo a sus comunidades?.
• 2Pe 3,14-18: valoración que hace Pedro de los escritos de Pablo.
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4.- Para nosotros aqui y ahora

4.1. ¿qué consecuencias tiene para nosotros la naturaleza comunitaria de la vocación cristiana?
4.2. ¿tendrían algunas aplicaciones a nuestra situación actual las notas de las comunidades cristianas a las que se dirige Pablo? ¿cuáles?
4.3. para la mayor parte de los cristianos actuales el cristianismo qué es: ¿una experiencia o un conjunto de doctrinas? ¿por qué?
4.4.¿cuáles serían algunos caminos para que el cristianismo sea cada vez más una "experiencia de vida"?
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5.- La Palabra de Dios nos pide algún compromiso

5.1. A nivel personal.
5.2. Como miembros de esta Hermandad.
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6.- Nota Bibliográfica

• A.Brunot, Los escritos de san Pablo, Ed.Verbo divino, Estella 1987.
• M.de Burgos Núñez, Pablo, predicador del evangelio, Ed.San Esteban-Edibesa, Salamanca 1999.
• E.Cothenet, San Pablo en su tiempo, Cuadernos bíblicos 26, Ed.Verbo divino, Estella 1979.
• J.M.González Ruiz, El evangelio de Pablo, Ed.Sal terrae, Santander 19882.

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